


La historia del diseño de indumentaria está ligada al desarrollo de las sociedades y el tradicional vestido de novia no es la excepción. Lo cierto es que los acontecimientos del siglo XX son los que más han afectado su estilo: la emancipación de la mujer, la loca década del ’20, las dos guerras mundiales, el hipismo de los años ’60, el glamour de algunos diseñadores y la informalidad y el carácter minimalista, solo por nombrar algunos.
Si pensamos entonces en la historia de este vestido que se usa una sola vez y casi nunca se bota o se regala (a veces se presta, eso sí), entonces ¿qué vida agitada tuvo el siglo pasado? Bien, durante los primeros años del siglo XX todavía le quedaban algunos vestigios del siglo anterior pero comienza a usarse el blanco ya no como símbolo de pureza sino de riqueza. Los años ’20 no se llaman locos por nada, aquí las mujeres comenzamos a dejar ver las piernas y nos escapamos de los polizones y enaguas para elegir las prendas rectas y ligeras y en materia de vestidos de novia se usó mucho el terciopelo blanco y los detalles en armiño y zorro del mismo color.
La década posterior revivió el estilo victoriano de las mangas abullonadas y la década del ’40 con la Segunda Guerra Mundial obligó a líneas más ascéticas donde el traje sastre predominó y lo mismo los tocados y los ramos que se simplificaron con flores de tela. Para el glamour hubo que esperar al final de la guerra y a los años ’50 cuando de la mano de Dior regresó la feminidad con fantasía y mucho lujo. La década siguiente reinaron los vestidos más sencillos en pleno Flower Power, y entonces se vieron tocados con flores naturales, velos cortos y diseños más infantiles.
Finalmente, durante la década del ’70 los vestidos de novia recuperaron su importancia y reinaron los volados en las faldas y mangas y en la cabeza no hubo peinados complicados. El lujo vuelve recién en los ’80 de la mano de Lady Di, por ejemplo, con su vestido al estilo Cenicienta, pero finalmente lo cierto es que que durante los últimos años del siglo XX los casamientos empiezan a decaer o a convertirse en meros formalismos en el Registro Civil, así que el tradicional vestido de novia ve incierto su futuro como nunca antes.